Opinión "Trujillo y Betancourt" artículo de Manuel Felipe Sierra

02.07.2013 16:12

“El Presidente reacciona, no ve ni oye,
apenas siente un zumbido espantoso,
tiene cubierta la cara de sangre, le arde la
piel, están destrozados sus anteojos de
gruesos aros oscuros y logra con un
impulso concentrado abrir la puerta”. Así
relata Miguel de los Santos Reyero los
minutos siguientes al atentado que
sufriera Rómulo Betancourt el 24 de junio
de 1960 en la avenida Los Próceres de
Caracas. Se trataba de un ajuste de
cuentas (como fue posteriormente
comprobado por la OEA) del dictador
dominicano Rafael Leonidas Trujillo
contra el mandatario venezolano.
El hecho criminal era el resultado de
viejas diferencias entre los dos políticos,
que tuvo momentos culminantes cuando
en los años del 45 al 48 Santo Domingo se
convirtió en el centro de conspiración de
los adversarios de la Revolución de
Octubre, que llegaron incluso en aquel
momento a promover varios planes de
invasiones al país. El episodio es retomado
ahora por el historiador y escritor
Edgardo Mondolfi Gudat en el libro El día
del atentado (El frustrado magnicidio
contra Rómulo Betancourt) . Se trata de
una investigación exhaustiva y
esclarecedora sobre un acontecimiento
que merecía, como ahora, un tratamiento
más cuidadoso.
Mondolfi recurre a documentos
desconocidos que ponen en claro los
desencuentros insalvables entre
Betancourt y Trujillo, y toda la trama
subversiva que se tejió en República
Dominicana para derrocar el gobierno de
Betancourt nacido en 1959 y sometido a
todo tipo de acechanzas. En primer
término, del viejo militarismo derrocado
el 23 de enero con la caída de Pérez
Jiménez, y luego, la insurgencia de
sectores de izquierda iluminados por la
Revolución Cubana de Fidel Castro. El
propio Trujillo (como producto de una
antigua obsesión) manejó los hilos de
varias conjuras incluido el golpe de
Estado (también fallido) que intentó Jesús
María Castro León desde San Cristóbal
meses antes de lo ocurrido en Los
Próceres, cuando milagrosamente
Betancourt salvó la vida, aunque ello
dejara graves secuelas para su salud.
El historiador indaga también, de acuerdo
con versiones que circularon en su
momento, hasta dónde el asesinato de
Trujillo, ocurrido el 30 de mayo de 1961,
tendría que ver de alguna manera como
una respuesta de sectores democráticos
vinculados a Betancourt por la presencia
de un dictador que representaba un
estigma, no sólo para los dominicanos,
sino para el Caribe y el resto de América.
Si bien Mondolfi no encuentra
comprobación de una vinculación entre
ambos hechos, es indudable que a partir
del atentado contra Betancourt y el
aislamiento que como consecuencia de
éste recibiera de la comunidad
internacional, el largo mandato de Trujillo
entró en un indetenible proceso de
agotamiento y descomposición. Sin duda,
un valioso aporte del autor para
profundizar en la historia contemporánea
de Venezuela.