Espionaje revolucionario viola la intimidad

06.07.2013 05:04

¡Cuidado! No hable en voz alta, no
despotrique por la falta de harina,
pollo o azúcar en los anaqueles o por
la fluidez de las colas en los
supermercados, no banalice el
concepto revolucionario de la patria, no
le mente la madre a ningún
funcionario de la causa socialista ni
mencione el término conspirar, así se
refiera a desencuentros con su pareja
o a diferencias por embrollos con
algún vecino.
Cuidado! Ni se le ocurra hablar de los
corruptos. Son, junto con los homicidas
sin cárcel que saturan las morgues del
país, los verdaderos dueños del poder
en Venezuela.
¡Cuidado! No critique la ola de
apagones que aún se mantienen ni la
red criminal que estafa al pueblo
desde el Banco de Venezuela, no
mencione el término “pram” ni le
niegue pertinencia al Premio Nacional
de Periodismo que le otorgó el proceso
a su padre creador y comandante
eterno, Hugo Chávez Frías. No hable,
no respire, no piense.
Aprenda de lo sucedido con María
Corina Machado y Germán Carrera
Damas en la biblioteca de la casa del
historiador. Un ejercicio de desahogo
natural se convirtió en una amenaza de
golpe de Estado, en una profanación de
la libertad de cuestionar el entorno
como haría cualquier mortal.
Les violaron, con las muecas
prefabricadas del psiquiatra Jorge
Rodríguez y el ministro Ernesto
Villegas, durante y en la víspera de la
rueda de prensa, cuando menos los
artículos 48 y 60 de la Carta Magna. Y
no hubo pudor ni recelo. Hasta
registraron las sonrisas
“cuasidelincuenciales”